miércoles, 22 de agosto de 2012

El universo de Paul Auster

Por Diego Martin Atienza Suarez
“Una noche, por tanto, Azul coge al fin su ejemplar de Walden. Ha llegado el momento, se dice, y si no hace un esfuerzo ahora, sabe que no lo hará nunca. Pero el libro no es ágil. Cuando Azul lo empieza, se siente como si estuviera entrando en un mundo extraño. Andando trabajosamente por pantanos y matorrales, trepando por laderas pedregosas y riscos traicioneros, se siente como un prisionero, haciendo marcha forzada, y su único pensamiento es huir. Le aburren las palabras de Thoreau y le resulta difícil concentrarse. Lee capítulos enteros y cuando llega al final se da cuenta de que no ha retenido nada. (…) Azul pensaba que le iban a contar una historia o por lo menos algo parecido a una historia, pero eso no es más que palabrería, una interminable perorata acerca de nada (…) Al día siguiente empieza de nuevo y esta segunda travesía es algo menos accidentada que la primera. En el tercer capítulo encuentra una frase que al fin le dice algo –Los libros hay que leerlos tan pausada y cautelosamente como fueron escrito- y de pronto entiende que el truco esa en ir despacio, más despacio de lo que ha ido nunca con las palabras. (…) De mala gana reconoce que Thoreau no era tan estúpido como el había pensado.” Fragmento de “Fantasmas” de “La trilogía de Nueva York ”.
Transcurrían los años 60 cuando un joven de 13 años llamado Paul Auster pasaba la noche en un campamento. Un día durante una excusión estalló una encolerizada tormenta. Los rayos caían como lanzas, peligrando la vida de los acampantes, que huían lejos de los peligrosos árboles. Por suerte, tras un alambrado se encontraba un claro. Los acampantes se dispusieron en fila, de esta manera, delante de Paul se encontraba Ralph. El pequeño acampante, intenta pasar el alambrado para estar a salvo cuando repentinamente un rayo cae muy cerca de él. Al cesar la tormenta Ralph ya había muerto. Veinticinco años después Paul ,ya siendo escritor, lanza “Cuidad de cristal”, primera parte de “La trilogía de Nueva York”, donde también se incluye “Fantasmas” (1986) y “La habitación cerrada” (1986). Daniel Quinn, el personaje central de “Cuidad de cristal”, es un escritor de novelas policíacas y de misterio, utiliza el seudónimo “William Wilson”, refugio de su nueva identidad. Según el narrador, Wilson es poseedor de cierta independencia dentro de Quinn. “Wilson era el ventrílocuo, el propio Quinn era el muñeco”. Como resultado nace el personaje Max Work, el detective de las historias que surgen de esta doble personalidad, la voz del muñeco que da sentido a la empresa. “Poco a poco, Work se había convertido en una presencia en la vida de Quinn, su hermano interior, su camarada en la soledad”. Una noche Quinn recibió una llamada telefónica preguntando por un tal Paul Auster, de la Agencia de Detectives Auster, pidiendo un auxilio de máxima urgencia, a lo que el contesto que no había ningún Paul Auster allí. En ese momento Quinn pensó en que se pudo hacerse pasar por detective, en las posibilidades que eso hubiese ocasionado en su vida. La misma persona vuelve a llamar, así Quinn comienza su aventura, a partir de ese instante él era Paul Auster detective privado y registraba sus ideas en un cuaderno rojo. Todo cambio y nada volvió a ser como era o como dice el mismo Paul en “El libro de la memoria” segunda parte de “La invención de la soledad”: “Fue. Nunca volverá a ser”. Treinta años después de la muerte de Ralph, Paul Auster escribe un libro llamado “El Cuaderno rojo”, con trece capítulos breves relata en un estilo directo experiencias personales unidas por el azar. La edición en español del “Cuaderno rojo, editada por Anagrama cuenta con un prologo hecho por el poeta Justo Navarro, en donde cuenta la historia de Ralph y Paul.

El 14 de enero de 1979, un domingo nevado a las ocho de la mañana Paul recibe una enigmática llamada. “Nadie llama a las ocho de la mañana si no es para dar una noticia que no puede esperar, y una noticia que no puede esperar es siempre una mala noticia”, sentenció alguna vez Paul. Al igual que aquella encolerizada tormenta que había acontecido hacia casi dos décadas, una voz transmitida eléctricamente le comunicaba que su padre había fallecido. Paul recibe una herencia , esta le permitirá trabajar en sus propios proyectos, y lo despoja de la preocupación económica que tanto lo asediaba en obras como “A salto de mata”, un ensayo autobiográfico sobre el dinero, en donde relata sus esfuerzos desesperados por sobrevivir sin traicionar sus mas profundos deseos. En 1982 Paul edita “La invención de la soledad” obra de donde se comienza a ejercitar el universo literario Austeriano. “Retrato de un hombre invisible” es la primera parte. Nos encontramos con una narración en primera persona, impulsada desde una llamada telefónica que lo anoticia sobre la muerte de su padre, hasta los recuerdos de su infancia, un padre ausente, ajeno a los sentimientos paternales pero a la vez, poseedor de un amor incondicional hacia sus tres hermanos.” ¿Quién era este hombre que fue mi padre?” se pregunta Paul a través de “Retrato…”. Hay falta de padre en sus creaciones, esta muerto, desaparecido, es un espacio en blanco. El padre es comparable a la figura de un Dios que abandona a su hijo en mundo lleno de interrogantes. Dentro de la primer parte de “Retrato…” podemos leer: “Era un hombre invisible en el sentido más profundamente inexorable de la palabra. Invisible para los demás, y muy probablemente para sí mismo. Si cuando estaba vivo no hice otra cosa que buscarlo, intentar encontrar al padre que no estaba, ahora que está muerto siento que debo seguir con esa búsqueda. Su muerte no ha cambiado nada; la única diferencia es que me he quedado sin tiempo.” Paul no es el tipo de escritor que se refugia en un código, abre visceralmente su más profunda intimidad. “Hay una herida y ahora me doy cuenta de que es muy profunda. Y el acto de escribir, en lugar de cicatrizarla como yo creía que haría, ha mantenido esta herida abierta”, revela significativamente Paul dentro de “Retrato…”. En la segunda parte llamada “El libro de la memoria”, se vuelve a presentar la misma historia -la memoria es "ese espacio donde una cosa ocurre por segunda vez" piensa Paul-, pero en este caso se narra con diferente estilo, en tercera persona, fragmentando recuerdos, azares, evocando a las vidas de Holderlein, Mallarme, Pascal, Van Gogh y Pinocho -quien salva a su padre del vientre de la ballena-, hay encuentros y desencuentros, en desorden cronológico y emocional. “La realidad era como una caja china, una serie infinita de recipientes dentro de otros recipientes” afirma dentro de esta obra, dando una pista central para comprender la estructura de sus creaciones. Esto no es nada nuevo, esta forma de introducir historias unas con otras ya se puede apreciar en “La mil y una noches”, una reconocida e influyente compilación de cuentos árabes, causante de un gran impacto en occidente, durante el siglo XIX. Este recurso estilístico se denomina “Mise en abyme”, expresión francesa que quiere decir “puesta en abismo”. Entre las novelas originadas tras el fallecimiento de Sam Auster (padre de Paul) están “El palacio en la luna” (1989) y “La música del azar”(1990). Ambas fueron posibles gracias a la inesperada herencia que Paul recibió tras el fallecimiento de su Padre. La primera en cuestión, “El palacio en la luna”, es la historia de Marco Stanley Fogg, un joven desarraigado, hijo de padre desconocido, educado por su tio Victor, quien muere dejándole de herencia toda su biblioteca: “El tío Victor nunca había ordenado su biblioteca de forma sistemática. Cuando compraba un libro lo colocaba en el estante al lado del que había comprado antes de ése, y poco a poco las hileras se iban extendiendo ocupando mayor espacio a medida que pasaban los años. Así eran precisamente como habían entrado los libros a las cajas. La cronología, al menos, estaba intacta, la secuencia se había preservado por omisión. Consideré que éste era un orden perfecto. Cada vez que abría una caja nueva penetraba en un nuevo segmento nuevo de la vida de mi tío, un período determinado de días, semanas, meses, y me consolaba pensar que estaba ocupando el mismo espacio mental que mi tío había ocupado antes, leyendo las mismas palabras, viviendo las mismas historias, quizá albergando los mismos pensamientos”. Paul descubre que no hay nada tan terrible que enfrentarse a las pertenencias de un muerto, “…producen un efecto conmovedor (…) Nos revelan cosas que uno no quiere ver”, dice Paul en “La invención…” ,cuando se enfrenta con los objetos de su padre: “…como fantasmas tangibles. Condenados a sobrevivir en un mundo al que ya no pertenecen”. Marco cae progresivamente en la indigencia, a raíz de una búsqueda filosófica que se había desencadenado dentro de el: “Con todo el fervor y el idealismo de un joven que ha pensado demasiado y ha leído demasiados libros, decidí que lo mejor era no hacer nada: mi acción consistiría en una negativa militante a realizar ninguna acción. Esto era nihilismo elevado al nivel de una proposición estética. Convertiría mi vida en una obra de arte, sacrificándome en aras de tan exquisitas paradojas que cada respiración me enseñaría a saborear mi propia condena”. El destino lo lleva a trabajar para Thomas Effing, anciano egocéntrico y caprichoso, antiguo pintor, ahora ciego. Escribe la biografía de Effing y a su muerte, asume el encargo de buscar a su hijo Solomon para hacerle entrega de unos documentos. El encuentro con Solomon revela una nueva dimensión en su vida, en lo concerniente a su padre, es decir a su origen. La segunda novela nombrada, “La música del azar”, comienza cuando Jim Nashe es abandonado por su mujer, recibe una inesperada herencia de un padre al que nunca conoció, abandona su trabajo como bombero, vende sus posesiones, deja a su hija al cuidado de su hermana, compra un lujoso automóvil y comienza a conducir por la carretera hasta que el dinero se le acabe. Sin un destino fijo, maneja de noche y duerme en cualquier hotel que encuentre en la carretera, no puede resistir el deseo de volver a empuñar el volante para retomar su carrera hacia el abismo. Al igual que Fogg, personaje de “El palacio…”, Nash experimenta “la desgarradora seducción del desarraigo absoluto”. “Sin el menor atisbo de miedo, Nashe cerró los ojos y saltó”. Fogg reflexiona: "Puede que eso fuera lo único que me había propuesto demostrar desde el principio: que una vez que echas tu vida por los aires, descubres cosas que nunca habías sabido, cosas que no puedes aprender en ninguna otra circunstancia". Tras un año de esta vida, y cuando apenas le quedan diez mil dólares, conoce a Jack Pozzi, un jovencísimo jugador profesional de póquer, personaje que da curso a su vida: “Todo se reducía a una cuestión de secuencia, de orden de los sucesos. Si el abogado no hubiese tardado seis meses en encontrarle, él no habría estado en la carretera el día que conoció a Jack Pozzi, y por lo tanto ninguna de las cosas que siguieron a ese encuentro habría ocurrido nunca”. Paul Auster escribió poemas, ensayos y traducciones, Guiones cinematográficos, creando un mundo regido por el azar, el absurdo, el destino, el dinero, las casualidades y las necesidades. Se caracteriza por la descripción interna de los personajes, de sus reflexiones y estadíos, esto se traduce en pocos diálogos. La reflexiones de sus personajes, nos conecta con lo que pensamos es su mente. Es frecuente, que Paul Auster sea tildado de monótono, de llevar al lector hacia lugares comunes, pero hay que comprender su universo para dar cuenta de lo que esto significa: una pesadilla recurrente. En palabras de Auster “Todos mis libros están conectados por una fuente común, por las preocupaciones que comparten .Si todos estos libros estuvieran en un solo volumen formarían el libro de mi vida hasta el momento”.


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